Blogia
Castillos en el aire

No-normalidad

Cuando crees que la noche está siendo de lo más apagada (aunque sea carnaval y todo eso) y fría, todo cambia radicalmente en veinte minutos y te tira de espaldas.
Hoy he descubierto que en un intervalo menor de sesenta segundos el mundo, con toda su desfachatez, es capaz de ponerme delante a dos personas que actualmente tienen demasiada importancia en cierto aspecto de mi vida, haciéndome ver que todo sigue girando, y encima sentirse orgulloso de ello.
Situación:
Llegamos; caminamos; vemos a la gente bailar y divertirse; nos helamos; busco mucho, muchísimo; no encuentro; entramos a un sitio tranquilo; hablamos; pagamos; nos vamos; vemos la fiesta terminar y la gente irse.
Aquí empieza todo.
Oímos voces y gente pasándoselo bien; nos acercamos: esa voz me suena, esa voz me suena, ese sonido me está diciendo algo. Caminamos. ¿Esa persona me suena? Me suena: P..
Mi corazón gana una batalla contra sí mismo dentro de mi pecho. Me quedo parada como una estúpida, digo cosas, me confieso, me dejo ver ante quien está conmigo. “Vámonos”, no, no puedo irme y no mirarle. Alargo el momento todo lo que puedo. Me despido. Camino lo que me da tiempo en treinta segundos mientras analizo las cosas.
De golpe, como lo hace siempre, aparece H..
Mi corazón está acabando de asesinarse. Esto es demasiado.
Me río por no llorar, salto, grito, me cabreo, me odio, tiemblo y me vuelvo a cabrear mil veces.
Hubiera pasado la noche en un banco, congelándome como lo estaba haciendo, por poder quedarme mirando. Me gusta demasiado mirar.
Veo aún más cosas antes de irme.
P. con alguien, y ya no sé si es algo que está pasando de verdad o mi imaginación me la quiere armar bien armada.
Y H. solo, porque yo no cuento; y me avergüenzo por sentirme descubierta por la gente que le acompaña. Y luego pienso que me da igual; y que necesito tener algo suyo porque sino seré infeliz para siempre.
Escogí, y luego me sentí como una traidora y quise no haber dicho nada. Pero aunque me dé bastante pena, supongo que hay una parte de mí que realmente piensa eso.
Me voy, la noche se acaba, el día entero se acaba.
Y cuando te encuentras pensando que todo lo que ha pasado ahora sólo existe en tu cabeza, te para la Guardia Civil y te saca de ti misma. Y todo está siendo demasiado raro.
Probablemente nadie entienda lo importante que es para mí que pasen estas cosas (lo de la Guardia Civil no; eso sólo es una anécdota), pero de cosas como estas está hecho todo lo que tengo, que no es mucho y no es normal, pero es mío. Y la contradicción llega cuando en el momento me encanta que ocurran este tipo de cosas pero luego no me alegro por ello; porque sólo consiguen ponerme triste y cabrearme; y supongo que es porque en momentos así es cuando me doy cuenta de la realidad y de lo que estoy haciendo con todo, y eso es verdaderamente duro. No espero que sea comprensible.
Lo releo y no transmite la importancia que quería darle, pero lo escribí todo en otro sitio nada más llegar, según las palabras me saltaban de la cabeza, y ahora mismo estoy demasiado descentrada como para darle la forma que se merece. Me sirve saber cómo lo recuerdo yo.
No quiero irme a dormir. No quiero que las cosas se apaguen todavía un poco más. No quiero
nada y lo quiero todo.

P.D.: Sí, estabas. Estabas para hacer que el tiempo no fuera demasiado; aunque no de la mejor manera.

1 comentario

Úrsula -

la si normalidad de la biblioteca es agobiante, a ver si nos empiezan a pasar cosas emocionantes